Bajo la puerta de los susurros by Tj Klune

Bajo la puerta de los susurros by Tj Klune

autor:Tj Klune [Klune, Tj]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788408273967
editor: 2023
publicado: 2023-03-29T12:20:05+00:00


El silencio reinaba en la casa.

Wallace estaba sentado en el suelo.

Miraba las brasas agonizantes, con la cabeza de Apolo en el regazo. Le rascó las orejas, distraído, absorto en sus pensamientos.

No era consciente de que iba a hablar hasta que abrió la boca.

—No llegué a viejo.

—No —dijo Nelson desde su butaca—. Supongo que no. Y, si quieres, podría decirte que no es ninguna maravilla, que todos los achaques y dolores son terribles y que no se los desearía a nadie, pero sería mentira.

—No quiero.

—Ya lo suponía. —Nelson le dio unos golpecitos en el hombro con el bastón—. ¿Te habría gustado llegar a viejo?

La pregunta del millón.

—No siendo como era.

—¿Cómo eras?

—No muy bueno —farfulló Wallace. Bajó la vista hacia sus manos, que tenía apoyadas en las rodillas—. Era cruel y egoísta. No me importaba nadie aparte de mí. Es una mierda.

—¿El qué?

—Esto —dijo Wallace, atemperando su frustración—. Darme cuenta de cómo era y saber que no puedo hacer nada por cambiarlo.

—¿Qué harías si pudieras?

¿No era ese el quid de la cuestión? Cualquier respuesta a esa pregunta no haría sino confirmar que había fracasado en casi todos los aspectos de su vida. ¿Y todo para qué? ¿Al final, qué había conseguido? ¿Trajes caros y un despacho envidiable? ¿Empleados que obedecían sus órdenes al instante? «Saltad», decía él, y eso era justo lo que hacían, no por lealtad hacia él, sino por miedo a represalias, a lo que les haría si ellos le fallaban.

Le temían, y él utilizaba ese temor contra ellos porque era más fácil que dirigirlo hacia su interior, que arrojar luz sobre sus rincones oscuros. El miedo constituía una motivación poderosa y, después de todo lo que le había ocurrido, por fin sabía lo que era. Tenía miedo de muchas cosas, pero sobre todo de lo desconocido.

Pensar en ello impulsó a Wallace a levantarse del suelo, preso de una súbita determinación. Le temblaban las manos y sentía un hormigueo en la piel, pero eso no lo disuadió.

Nelson alzó la vista hacia él con los párpados entornados.

—¿Qué haces?

—Voy a ver la puerta.

Nelson pugnó por ponerse de pie, con los ojos desorbitados.

—¿Qué? Espera, Wallace, no; no debes hacer eso sin que te acompañe Hugo.

Sacudió la cabeza.

—No pienso cruzarla. Solo quiero verla.

Esto no tranquilizó a Nelson. Se levantó con un gruñido, apoyándose en el bastón.

—No se trata de eso, chico. Debes tener cuidado. Piensa, Wallace. Estrújate las meninges como no lo has hecho en tu vida.

Wallace dirigió la mirada hacia la escalera.

—Eso hago.



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